La globalización, la revolución de las comunicaciones, la crisis económica presente y venidera, la pugna entre los Estados Unidos y China por ocupar el puesto de primera potencia mundial y ahora la pandemia del COVID-19 han generado un escenario nuevo, trastocando todo lo que nos rodea, con nuevos riesgos emergentes, en ocasiones difíciles de detectar, y un incremente notable de actores potencialmente preparados para generar inestabilidad.
En esta “nueva normalidad”, tal y como la han definido algunos, aunque deberíamos considerarla “nueva anormalidad” ya que si lo anterior era normal lo de ahora no lo es, las situaciones de crisis se generan con mucha rapidez y nos muestran realmente lo vulnerables y frágiles que somos y lo precaria que es nuestra seguridad. De repente, en un abrir y cerrar de ojos, se ha producido un tsunami planetario y todo lo que nos rodea se ha tambaleado sin que fuésemos capaces de hacer nada por evitarlo.
Nuestra profesión, la de los que nos dedicamos a la Inteligencia, tanto en el ámbito público como en el privado, cobra una especial relevancia en estos escenarios de incertidumbre máxima. La Inteligencia del Estado debe proteger los intereses nacionales dentro y fuera de nuestras fronteras, y los servicios privados de inteligencia deben dirigirse a proteger los intereses de sus clientes en esos mismos escenarios.
Tal y como afirmó Marie Curie: “No debemos temer a lo desconocido, solamente tenemos que intentar comprenderlo. Es hora de comprender más para temer menos”. Es hora de pensar, de buscar soluciones nuevas a nuevos problemas, de analizar más allá de lo que parece evidente, porque lo a veces parece evidente no coincide con la realidad. Si intentamos que todo escampe sin hacer nada, que aparezca una ayuda que nos saque de esta situación oiremos a lo lejos el tañer de una campana que anuncia el final de nuestros proyectos.
En los países de nuestro entorno competitivo la utilización de la inteligencia en el ámbito empresarial es común y, dentro de todas las disciplinas o divisiones de la inteligencia dispone de máxima difusión y utilización la Inteligencia Competitiva, aplicándose los postulados de las dos escuelas más importantes del mundo, la francesa y la inglesa.
Si nuestros competidores entienden la importancia de la inteligencia como herramienta para obtener ventajas competitivas, para aportar valor a sus compañías y para disminuir la incertidumbre a la hora de tomar decisiones, ¿por qué es tan difícil difundir el uso de la inteligencia en España? Creo que, en mi humilde opinión esto se produce por varias razones y voy a intentar exponer las que considero más importantes.
NUESTRO MODELO DE CAPACITACIÓN
Tenemos un sistema que no premia a los inteligentes, a los que sobresalen, a los que tienen éxito. Todos podemos recordar de nuestra época de estudiantes que el aplicado recibía el apelativo de “empollón”, el rarito que prima el esfuerzo sobre la juerga. Así las cosas, aprendemos desde bien pequeños a atacar y denostar el éxito de los demás, a minusvalorar los grandes trabajos, a despreciar el esfuerzo. Parece que necesitamos que el bueno fracase para que todos seamos iguales.
Algunas de estas cuestiones son consecuencia de una política educativa general errática y cambiante. Cada gobierno ha procurado realizar modificaciones tendentes a obtener votos y a facilitar los resultados que a establecer un sistema de valoración correcto. Sinceramente el nuestro es un sistema educativo “inclusivo”, que intenta rebajar el nivel de exigencia para que todos puedan continuar, disminuyendo las listas del paro, pero alterando gravemente la cultura del talento y el esfuerzo de los mejores, que tensionan la velocidad del “pelotón”. Esto hace que sobresalir por arriba sea más problemático que sobresalir por abajo. Siendo el esfuerzo la base del éxito y con un sistema que no lo prima el resultado nunca puede ser bueno.
Estos defectos se trasladan a todos los ámbitos, incluida la empresa privada, resultando muy extraño encontrarse con directivos que no antepongan su beneficio propio al de su empresa y utilizando todo tipo de artimañas para atacar al compañero que intenta hacer lo contrario. Se oculta información, se manipula e incluso se elimina para evitarnos competencia, sin pensar en modo alguno en el futuro de su empresa.
Dibujado este escenario, resulta muy difícil introducir en los procesos de inteligencia, destinados a optimizar resultados y reducir la incertidumbre a la hora de tomar decisiones. Los profesionales de la inteligencia aportan planes y estrategias que posiblemente pongan al descubierto elementos no necesarios en la estructura, estatal o privada. Un sistema sin planificación, sin orden, hace que la ineptitud de algunos no sea evidente. Todos hemos conocido en nuestro periplo profesional a algún incapaz que no solo no resulta despedido, sino que resulta ascendido, la famosa “patada hacia arriba” que nadie entiende pero que nadie evita.
DIFUSIÓN DE LA CULTURA DE INTELIGENCIA
Para una correcta difusión de la cultura de inteligencia es indispensable que esta disciplina se introduzca en el sistema educativo, se formen profesionales en la materia y se establezcan estudios de postgrado y especialización. Pero también, por supuesto, deberían hacerse esfuerzos en el nivel de bachillerato, introduciendo actividades relacionadas con la inteligencia (charlas, conferencias, asignaturas) . Las dos cuestiones son muy importantes para que nuestros jóvenes se formen con una visión más amplia y menos sesgada y para que valoren que están ante un campo de conocimiento y ante una oportunidad laboral futura.
En la actualidad algunas universidades, muchas de ellas privadas, han comenzado a ofertar algunos cursos o máster para especializar a sus alumnos en algunas de las diferentes disciplinas relacionadas con la inteligencia, pero de un modo incipiente, es necesario mucho más esfuerzo e implicación por parte del Estado en esta tarea.
Otra cuestión indispensable es que desaparezca esa sensación de “monopolio” que existe por parte del Estado y sus servicios de inteligencia. Se trata de remar todos en la misma dirección, sin personalismos, sin actores principales y secundarios. Aquí, si me permiten, ceo que mi opinión cobra relevancia al haber desarrollado mis labores profesionales en ambas partes y conocer lo que piensan unos y otros. Se trata queridos excompañeros y compañeros de ahora de convencer de la utilidad de la inteligencia y no de la utilidad de que nos contraten a nosotros que somos los únicos que entendemos de la materia.
Otra cuestión clave es la participación voluntaria de los profesionales de la inteligencia en aquellos foros que, aunque no reporten beneficios económicos reporten beneficios a largo plazo en forma de conocimiento de la disciplina. Nuestras charlas y conferencias son una herramienta para lograr el objetivo de que la inteligencia se conozca y por tanto se tenga en cuenta empresarialmente.
INTRUSISMO PROFESIONAL
Este asunto está muy relacionado con todo lo anterior. La inexistencia de unos estudios específicos de la disciplina de inteligencia y de una regulación específica de nuestra profesión provoca que el grado de intrusismo sea muy elevado.
Profesionales diversos ofertan inteligencia al mercado sin un aparente aval de conocimientos o experiencia en la materia. Además, existe un grupo mucho más perjudicial que es el de los profesionales que ofertan servicios y soluciones a sus clientes con procedimientos de ejecución muy cercanos a la ilegalidad o francamente ilegales. Este tipo de profesionales generan confusión de todo tipo, incluida la terminológica.
Esto hace aún más importante que exista una verdadera difusión de la cultura de inteligencia para que los conceptos sean comprendidos y profesionales de este tipo no tengan cabida.
LEY DE SECRETOS OFICIALES
En España contamos con una ley hiperprotectora con el secreto y con unos procedimientos de desclasificación que parecen pensados para que esto no se de nunca. Esto provoca dos daños muy importantes, uno es la clasificación de secreto de asuntos que probablemente no merezcan ese grado, y otro la imposibilidad de que los investigadores lleven a cabo un trabajo riguroso con respecto a los servicios de inteligencia españoles.
Los investigadores no cuentan con documentos reales, de operaciones reales, que les permitan sacar a la luz estudios que aporten valor académico e histórico a las acciones de inteligencia. Esto hace que, por un lado, no existan publicaciones rigurosas sobre las actividades de los servicios de inteligencia, ni publicas ni privadas, y, por otro lado, que la mayor parte de los autores que se atreven a escribir sobre la materia sean víctimas de la poca información, de rellenar lagunas con su propia imaginación o de recibir filtraciones interesadas, cuestiones todas ellas que van en contra de la calidad de su obra.
Debemos tener en cuenta que todos los servicios de inteligencia del mundo aspiran hacia sus entrañas toda la información que pueden y si vomitan algo hacia el exterior es siempre con una intención, con un objetivo. Si no se dispone de información veraz lo que se transmite a la literatura, la prensa, el cine, la televisión, son productos adulterados que alteran gravemente la visión que se tendrá de los organismos que llevan a cabo estas labores, sean militares o civiles, sean públicos o privados.
Pongamos un ejemplo para entenderlo. ¿Ustedes han estado en Langley?, ¿Han visitado la sede de la CIA?, ¿Conocen a algún agente de la CIA o el FBI? Lo más probable es que no, pero seguro que tienen en sus cabezas una imagen de lo que son, de lo que hacen, de sus cuarteles generales y al final, aunque algunas de las cosas que hacen puedan no estar muy bien, el balance general es bueno y sin duda son necesarios y defienden a su país. Pensemos ahora en España. Seguro que nos vendrán a la cabeza frases como “guerra sucia”, “cloacas del Estado”, “la TIA”. ¿A que observan una diferencia clara? Pues algo estamos haciendo mal y esa es la imagen que transmitimos, la que también entienden nuestros empresarios que es la inteligencia.
Les pongo otro ejemplo. Yo que soy un profesional de la inteligencia conozco el nombre de muchos directores de servicios extranjeros, pero desconozco a qué se dedican cuando han dejado sus cargos. Muchos de ellos se han ido a sus casas a descansar. En cambio, aquí podemos leer noticias que anuncian el contrato de ex directores de servicio por empresas privadas. Esto también nos diferencia de los demás.
RED EMPRESARIAL DE PYMES
El último elemento, pero no por ello menos importante, es el tipo de tejido empresarial español, donde más del 90 % de nuestras empresas se corresponden con pymes o micropymes. La mayoría de estas empresas son proyectos unipersonales o empresas familiares que carecen de estrategia o un plan de desarrollo y que obedecen a la ejecución de una metodología de “acierto-error”. Obedecen, casi todas, a iniciativas como el consejo de un amigo y a su aplicación en sectores en alza y a una cierta cultura del “pelotazo”.
En proyectos tan pequeños, donde se ejecuta sin planificar y se arriesga sin pensar, justo lo contrario a lo que establecen los procedimientos de inteligencia. En este tipo de compañías solamente se busca utilizar la inteligencia cuando el proceso ha sido un fracaso y se han perdido cantidades importantes de dinero. En ese momento, los posibles clientes, tienden a solicitar de una empresa de inteligencia privada todo tipo de garantías, una planificación del trabajo a realizar y, en no pocas ocasiones, la comisión de u no o varios delitos, confundiendo inteligencia con delincuencia o con la magia, es decir, buscando solucionar lo que era fácil haber hecho bien desde el principio.
La inteligencia es planificación, análisis, prevención, vigilancia y creatividad, entre otras cosas, cuestiones todas ellas que permiten apoyar en la toma de decisiones, pero también en el control y adquisición de información sobre nuestros competidores y la protección de nuestro conocimiento, algo básico para nuestra supervivencia.
El problema de la inteligencia es que es un intangible a la vista de los empresarios y eso dificulta su comprensión general que provoca que se coloque en la cuenta de gastos o pérdidas y no en la de beneficios. Casi siempre nos damos cuenta de que la necesitábamos cuando se avecina un desastre importante.
Les pongo un ejemplo final. Meses antes de la pandemia, un responsable policial español, en un ejercicio de obtención, análisis y prospectiva, determinó que debían comenzar a comprar material de protección para el COVID-19. No se le hizo caso y más aún, se le cesó en su cargo. ¿ME quieren ustedes decir cuánto se hubiesen ahorrado y cuánta salud hubiesen protegido? ¿Cuál es el precio de todo ello? Les contesto yo, la ignorancia es siempre mucho más cara que la inteligencia.