Estos días, a la vista del lamentable espectáculo al que nuevamente nos someten los políticos españoles, escenario por cierto al que ya nos hemos acostumbrado, no sabría extraer otra conclusión que no fuese la ya tan manida de que ellos van a lo suyo y no se preocupan de los problemas reales de la ciudadanía. Las traiciones, declaraciones, culpas y disculpas aburren, como diría mi padre, “al maestro armero”.
Pero mi otro yo, el peleón, el que no se quiere dejarse llevar por las cortinas de humo, el de experto en algo que ha ocupado casi toda mi vida profesional, la INTELIGENCIA, extrae una conclusión meridianamente clara: No se cuenta con la inteligencia en la política española. Y no me refiero a la capacidad intelectual de los políticos, aunque de algunos tengo serias dudas, sino a los procesos de inteligencia diseñados para obtener información.
La Inteligencia es un proceso sistemático, estructurado, legal y ético, por el cual se obtiene, estructura y analiza información que, una vez convertida en inteligencia, se difunde a los responsables de tomar las decisiones para facilitar estas, de forma que se mejore la competitividad de la organización, su poder de influencia y su capacidad de defender sus activos, materiales e inmateriales mediante las tareas de contrainteligencia.
La Inteligencia está siempre orientada a la acción, sus productos, procesos y fuentes de información siempre serán utilizados para solucionar una necesidad de información ante una situación de incertidumbre. La función última de la Inteligencia es ayudar a reducir la incertidumbre y mejorar el proceso de toma de decisiones.
Por otro lado, casi todas las situaciones de crisis tienen unas características comunes:
- Sorpresa
- Falta de información
- Urgencia
- Efectos secundarios
- Foco de atención
- Enfoque a corto plazo
Las principales posiciones que una organización puede adoptar para afrontar la comunicación ante la crisis son las siguientes:
- Silencio: No se dan explicaciones ni se contesta a las acusaciones.
- Negación: Se niegan los hechos.
- Transferencia de responsabilidades: Se declina la responsabilidad o se culpa a un tercero.
- Confesión: Se reconoce la culpa y las responsabilidades de la organización.
- Información controlada: Aportar información a un ritmo controlado, poco a poco, de forma que mantengamos el control del discurso. Suele ser la mejor estrategia.
Parece claro, a la vista de lo expuesto, que inteligencia y gestión de crisis están íntimamente ligadas y que la comunicación es una parte muy importante en el proceso de afrontar las consecuencias de esta. Está claro, por tanto, que hoy, más que nunca, es necesario que las empresas privadas, y un partido político lo es, dispongan de personal capacitado para afrontar cualquier tipo de crisis o, en otros casos, subcontraten los servicios de empresas que se los presten.
Cuando no se dispone de personal cualificado que se haga cargo de inmediato de la gestión de una crisis, todo el mundo se sentirá con la capacidad y/o necesidad de opinar y entraremos en el peligroso mundo de la improvisación, donde prima sobre la idea la ocurrencia, estaremos en ese escenario tan defendido en nuestro país de la famosa “capacidad de improvisación española”, cuestión en la que me tienen que perdonar, pero no creo.
¿Pero por qué motivo no se utiliza la inteligencia si todo está tan claro y es tan evidente?. Pues porque el desarrollo de la inteligencia choca frontalmente contra muros muy españoles, muros que nos encierran en un escenario de ceguera empresarial e institucional que realmente nos hace perder muchas oportunidades y del cual cada vez es más urgente salir. Nuestros competidores naturales, nuestros vecinos, no pierden oportunidad de utilizar estas herramientas en su beneficio o lo que es lo mismo, en nuestro perjuicio.
Nuestro problema deriva de algunas cuestiones importantes que, hoy, centraremos en la actividad política, y de las cuales extraigo las siguientes, a mi modo de ver muy relevantes:
- Insuficiente difusión de la cultura de inteligencia en la sociedad
- Egos institucionales
- Ocultación de información por beneficio propio
- Gabinetes
- Estructuras destinadas a colocar personas y no a la funcionalidad
Insuficiente difusión de la cultura de inteligencia
La difusión de la cultura de inteligencia en nuestro país es claramente insuficiente, y me refiero con ello a la difusión real de la misma y no a la difusión interesada. No se trata de que las empresas contraten a los profesionales que abandonan el servicio de inteligencia, sino de que la sociedad disponga de información y adquiera conocimientos al respecto de esta disciplina, tanto en su ámbito público como privado, de que el sistema de enseñanza se implique en esta labor, tanto en el nivel universitario como en los anteriores, contando por supuesto con los expertos en inteligencia, y de muchas otras labores a realizar en beneficio de difundir conocimiento.
Debería estar claro que, en un mundo globalizado, con un cambio profundo en el modelo de amenazas y con una competencia cada vez más grande, los receptores de inteligencia no son solo los Estados, sino que es fundamental que la empresa privada cuente con estas posibilidades para ser realmente competitiva.
El camino de la divulgación de inteligencia debe estar enfocado hacia la sociedad civil y la empresa privada, los que más carecen de estos conceptos y los receptores deben ser no solo los empresarios y directivos actuales sino también los hoy estudiantes y mañana trabajadores o directivos de nuestras empresas. Solamente de este modo se puede llegar a un conocimiento que facilite el uso de esta disciplina y que lleve a que las empresas se decidan a utilizarla y aprovechar sus ventajas.
Por todo ello debemos mentalizarnos, sobre todo los que son y hemos sido miembros de los servicios de inteligencia del Estado, que no solo nosotros sabemos de inteligencia, que el mundo privado cuenta con profesionales de la inteligencia excepcionales con conocimientos, herramientas y presupuestos en ocasiones mayores que los de algunos gobiernos.
Si queremos y creemos en la inteligencia, si queremos difundir esta cultura, tan importante ahora y que alcanzará mayor relevancia en el futuro, dejémonos de poner la importancia sobre unos u otros y rememos todos a una, todos en la misma dirección. Yo conozco los dos bandos, se lo que piensan unos y otros y se que una difusión correcta de la cultura de inteligencia no interesa a algunos porque es evidente que no facilitará sus contrataciones.
Egos “institucionales”
Estos egos “institucionales”, aunque no se si llamarlos “super egos”, nos los topamos a lo largo y ancho de la geografía nacional, en la empresa privada, en el sector público y, sobre todo, en la política. Son personas que caminan siempre por detrás de su currículum, de su fama, de sus hazañas. Son esas personas que uno espera su llegada con cierto temor ya que la propaganda previa les ha presentado como “sabios entre los sabios”.
Cuando se produce el desembarco del personaje, en muy poco tiempo, observamos que quizás la propaganda haya sido generosa con el individuo, que sus conocimientos igual no son tantos o son realmente escasos, pero que si atesora algunos defectillos: desconfía de todos el mundo, característica muy común en los incompetentes, es un poco arrogante y se cree que lo sabe todo, es más, lleva un letrero en la frente, en letras fluorescentes, que reza “¿De verdad crees que me puedes enseñar algo a mí?.
Estos individuos, que no son pocos, proliferan en todos los ecosistemas, pero en el de la Administración del Estado son una raza reconocida y bien diferenciada. Además, por si esto fuese poco, eso que llamamos el SISTEMA, que no sabemos muy bien que es pero dicen que existe, se dedica a beneficiarlos y promocionarlos constantemente. Cuando llegan todos pensamos en cómo han podido superar las oposiciones de ingreso y que su carrera será corta y diez años después los tenemos de jefes en carrera meteórica hacia la cima.
Pues estos individuos no parecen ser los más adecuados para utilizar las herramientas de inteligencia, sobrados de ella por todas partes y asesorados por individuos de su misma especie, la de “homo muy sapiens”. Aunque la verdad, si me preguntan mi opinión, creo que solo son maquiavelos aficionados, vendedores de humo, pero son los que asesoran a su líder, razón de más para pensar que si están a su lado es porque son lo que verdaderamente necesita, no lo que necesita su país, su empresa o su organización, lo que necesita el líder.
Estos podríamos definirlos como individuos que se tienen una alta estima a ellos mismos y que se valoran muy por debajo de los que ellos se merecen. Son la representación de una enfermedad muy habitual que se denomina YOISMO y se detecta por el lenguaje. Cuando ustedes escuchen a una persona cuyo discurso contiene muchos yo, yo, yo, comiencen a temblar.
Ocultación de información para beneficio propio
Otro individuo que no es un “rara avis” sino una “avis frecuente” es el que disponiendo de la información la oculta para beneficiarse personalmente o perjudicar a su contrincante. Estos son peligrosísimos para la supervivencia de cualquier organización. Estos individuos, por definirlos de algún modo, siempre están preocupados de su sillón y de “salvar sus posaderas” y ocultar su incompetencia.
Tengo que decir que mi vida laboral, donde he desarrollado labores en el sector público y ahora en el privado, me ha permitido observar que este amor por la “ocultación” es algo así como un deporte nacional. Muy pocos directivos de empresas o de la Administración piensan en el beneficio de su organización y todos tratan la información como suya propia, para sacarla en el momento adecuado, para beneficiarse de su difusión u ocultación. Esto está quizás muy favorecido por una estructura de mando y dirección vertical cuando en el resto del mundo más avanzado ya hace años que se ha tendido a estructuras de mando más horizontales. El alejamiento de los subordinados se utiliza, en la mayor parte de las ocasiones, para ocultar la ineptitud.
Los gabinetes
Lo de los gabinetes es impresionante y difícil de explicar. Estos órganos son los encargados de asesorar a un líder que habitualmente tiene una agenda saturada y necesita recibir la información ya filtrada, recibir la esencia de las cuestiones. El fin, como no, es bueno y necesario.
El problema aparece cuando los encargados de filtrarle la información y, en teoría, asesorarle se dedican a desconfigurar la realidad y a mostrar al líder el escenario que a ellos les interesa, aprovechándose de la absoluta saturación de actividades de este. Son una especie de aislante que atrapa la realidad para desconfigurarla y, sobre todo, que convierten al líder en un rehén. Yo, como experto en inteligencia, si tuviese que influir en un partido político elegiría como elemento a reclutar al Jefe de Gabinete antes que al líder, son mucho más rentables.
Estructuras destinadas a colocar personas y no a la funcionalidad
Por último, la inteligencia está orientada hacia la eficacia, hacia generar estrategias de solución de las cuestiones y eso requiere de estructuras adecuadas a este fin. Las estructuras políticas, que después trasladan a la Administración del Estado, no se diseñan para la eficacia sino para la colocación de personas, no se estructuran para la funcionalidad. Los partidos políticos son organizaciones clientelares que necesitan, cuando ganan las elecciones, cubrir muchos puestos con los suyos y para ello diseñan estructuras “infladas” e innecesarias que difícilmente resolverán asuntos porque ya no nacieron para eso.
Con el panorama dibujado es difícil que los políticos cuenten con la inteligencia para nada y continuarán con sus intrigas de palacio de Maquiavelo aficionado, de gestores no profesionales y de “trileros” de salón. ¿Cómo es posible que la moción de censura esté fraguándose durante meses y el PP no se entere? ¿Cómo es posible que uno de los políticos empeñados en el asunto fuese el ministro Dábalos y no pensasen que pasaría algo raro? ¿Cómo es posible que la Sra. Arrimadas no pensase que de esta maniobra solamente podría salir perjudicada? ¿Cómo es posible Sra. Arrimadas que no se acuerde de la famosa frase de que Roma no paga traidores?. Pues todo esto es posible porque no poseen información, porque están en otras cosas, porque no dan valor a aquello que verdaderamente necesitan.
Ellos lanzan en sus discursos lo “políticamente correcto” cuando la ciudadanía les solicita lo “políticamente necesario”, pero es que circulan por autopistas con trazados paralelos que nunca se juntan. ¿Para qué necesitan entonces la inteligencia?. Algunos han podido solventar en estos últimos días sus intereses pero la sociedad, sus votantes, han quedado perplejos ante las maniobras que ustedes, unos y otros han realizado. De esto no gana nadie, perdemos todos, porque lo que perdemos es la confianza en ustedes una vez más, aunque no creo que les preocupe mucho porque pensarán: “Pues a mi me han votado”.
La verdad es que pueden ustedes continuar como van, así les va muy bien, no cuenten con la inteligencia, apliquen el “aficionadismo” y la ignorancia y no dudo que alguno, en breve, pueda percibir directamente cuál es el precio que se paga por ello.
CEO en High Strategies Intelligence Consulting