La gran revolución tecnológica, la globalización y la crisis económico-social han generado una sociedad muy compleja, una sociedad que cohabita con el caos producido por los cambios constantes y la velocidad vertiginosa de los mismos. Nuestras empresas desarrollan sus labores comerciales inmersas en esta sociedad del cambio que ha traído, sin duda, nuevas oportunidades, pero también nuevas amenazas.
Este cambio profundo, que afecta a la sociedad en su conjunto, impacta especialmente en los profesionales del mundo de la seguridad, que debemos adaptarnos a las nuevas circunstancias con rapidez, para así poder aportar a las empresas una labor profesional a la altura de lo que los nuevos escenarios nos exigen.
Nuestra profesión, la seguridad privada, cobra una especial relevancia en estos escenarios de incertidumbre actuales. Se están produciendo continuamente situaciones que alientan la cooperación publico-privada. La seguridad pública debe proteger los intereses nacionales dentro y fuera de sus fronteras y la privada los intereses de las empresas en los mismos escenarios. La necesidad creciente de colaboración es innegable porque la seguridad privada no deja de ser, a la postre, un complemento de la seguridad pública, pero aportando al sector privado unas condiciones de seguridad adecuadas al desarrollo de sus actividades.
Aportamos a las empresas una labor profesional a la altura de lo que los nuevos escenarios exigen en lo relacionado con la Seguridad.
Me gustaría recordar que la seguridad es el bien más preciado de nuestras democracias. Basta viajar a países con índices de inseguridad elevados para darse cuenta de lo importante que es tener seguridad. Cuando no existe seguridad todo lo demás se complica, incluida la libertad del propio individuo. Para darnos cuenta de la importancia de la seguridad público-privada podemos observar cuantas personas de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y cuantos miembros de seguridad privada velan porque nuestra seguridad esté garantizada en aeropuertos, estaciones de ferrocarril, estaciones de autobuses, en todo tipo de eventos y en un sinfín de servicios que se prestan cada día.
En cuanto a las empresas privadas, lanzadas por efecto de la crisis y la globalización al mercado exterior, necesitan, en mi opinión, de un binomio inseparable: Seguridad e Inteligencia. La Seguridad nos permitirá llevar a cabo acciones para proteger nuestro patrimonio, nuestro conocimiento, nuestra información, nuestros empleados, etc. La Inteligencia, en cambio, está más orientada a la acción ofensiva y nos permitirá, entre otras cosas, obtener información de nuestro entorno competitivo, analizarla y convertirla en informes de inteligencia que sirvan para ayudar a las personas encargadas de tomar decisiones.
No podemos enfrentarnos a los nuevos retos, a las nuevas amenazas, aplicando soluciones antiguas, que antes nos valieron pero ahora no. Es necesario que los profesionales de la seguridad e inteligencia aportemos un plus a nuestras empresas, demostremos profesionalidad con mayúsculas, seamos líderes de nuestros equipos y sepamos generar soluciones nuevas y creativas. Para ello, queridos compañeros, debemos prepararnos constantemente, sin perder ni un minuto, nuestras empresas lo demandan y la sociedad también.
En relación con lo anterior, creo que nos encontramos en un momento vital en el que debemos afrontar un cambio en la formación indispensable para nuestro futuro, para dignificar nuestra profesión y para que ocupemos el lugar que nos corresponde. Desde mi humilde opinión, creo que los planes formativos del personal de seguridad privada deberían contener asignaturas de inteligencia, un alto contenido en nuevas tecnologías, asignaturas relacionadas con el liderazgo y la gestión de equipos, relaciones internacionales y, por supuesto, prepararnos para la gestión de riesgos. Estos planes, más completos que los actuales, generarían, sin duda, profesionales a altura de los nuevos retos y, para llevar a cabo estos cambios en nuestra formación, es necesario implicar a todos los organismos, tanto públicos como privados.
Sin duda la Universidad es vital a la hora de establecer planes formativos correctos y algunas universidades como la Rey Juan Carlos de Madrid o el Colegio Universitario LASALLE han iniciado proyectos interesantes al respecto. Nosotros, por supuesto, debemos estar prestos a colaborar con estos proyectos para así poder volcar en los planes formativos nuestra experiencia adquirida, nuestra veteranía y la visión real desde el punto de vista de las empresas en las que prestamos servicios y sus necesidades.
Creo que estamos en un momento histórico impresionante y tenemos la suerte de poder participar en el. No debemos perder la oportunidad de aportar seguridad e inteligencia al mundo que tenemos y al que nos vendrá, todos nos lo agradecerán.
Esperando no haber sido demasiado crítico, y habiendo pretendido abordar un tema de importancia suma como es el de nuestra formación, creo que el objetivo estará cumplido si solamente algunas de las ideas aquí vertidas son objeto de reflexión por parte de nuestro colectivo.