La madurez emocional se debe a muchos factores, pero algunos de los que mas influyen a la hora de alcanzarla son:
- Verte en la tesitura de tener que salir adelante.
- Enfrentarte a tus problemas.
- Alejarte de tu círculo hiperprotector.
- Asumir la responsabilidad de hacerte cargo de tu propia vida y de tus decisiones.
¿Es la juventud de hoy en día madura?, Sí o no.
Atendiendo a los factores expuestos ya podríamos hacer una reflexión al respecto de si la juventud de hoy en día es madura o no. Yo tendría clara mi respuesta, pero prefiero seguir desarrollando argumentos para poder llegar a una conclusión más objetiva.
Las características propias e inherentes a cada individuo se ven afectadas, como no, por otros condicionantes externos que no controla. Algunos de los factores externos que influyen directamente en la mayor o menor capacidad de los jóvenes para asumir dar el salto son: la crisis económica, la elevación de los precios de los alquileres, un mercado laboral muy complejo y con unas elevadas cifras de paro juvenil, una revolución tecnológica con unos ritmos de cambio rapidísimos y algunos otros.
Asumiendo que lo anterior es así, y que casi todos estos factores son comunes a los denominados países del “primer mundo” o “avanzados”, la situación con respecto a los jóvenes no debiera diferir mucho de nuestro país al resto. Pues resulta que no es así y que realmente si existen grandes diferencias. La media europea de edad a la que se emancipan los jóvenes es de 26 años y en España es de 29/30.
Nuestros hijos, en parte por su culpa y en una gran parte por la nuestra, dependen emocional y económicamente del núcleo familiar e independizarse no está entre sus prioridades. Somos familias hiperprotectoras y favorecemos con nuestras actitudes el retraso en la madurez de nuestros hijos, confundiendo en muchos casos lo que ellos necesitan con lo que necesitamos nosotros.
Los niños de los países nórdicos, donde la emancipación se produce a los 21 años de media, la más temprana de la Unión Europea, comienzan en sus escuelas infantiles, a muy corta edad, a desarrollar su “yo” en vez del “nosotros” y a comprender algo muy importante y es que cada persona es responsable de sus actos. En los países bañados por el Mediterráneo el nosotros, el grupo y el cachondeo conjunto son elementos definitorios.
Otro factor que debemos tener en cuenta es la creciente infantilización de una sociedad cuyos políticos tratan a los niños como si fuesen mayores y a los mayores como si fuesen niños, todo ello promovido por políticas públicas que acosan a los padres, generalmente maduros, para situarlos en posiciones de limitación de sus responsabilidades y capacidad de movimiento y, por el contrario, aumentan la capacidad legal de sus hijos adolescentes, generalmente inmaduros, de tomar decisiones trascendentales. Aquello que en lenguaje coloquial reflejaríamos con una frase: “El mundo al revés”.
Si atendemos a los argumentos que se esgrimen por parte de muchos jóvenes, y de sus mismos padres o familiares, uno de los principales es que la crisis, los bajos sueldos y el precio de la vivienda son elementos que no permiten a nuestros jóvenes tomar la decisión de independizarse. Aunque no seré yo el que ponga en duda que estas circunstancias existen, creo que un análisis más profundo nos situará ante una realidad que no es la que pretendemos.
Muchos de nuestros jóvenes pretenden o desean independizarse en iguales o parecidas condiciones a las que viven en sus domicilios familiares, sin pensar que esas condiciones se han alcanzado después del esfuerzo de muchos años, después de todo un trayecto vital y profesional que ellos no han recorrido todavía y que pretenden comenzar saltándose todos los escalones. En mi caso, para no utilizar el de ningún otro, cuando decidí volar solo, asumí que tomar las riendas de mi vida y ser libre para tomar mis propias decisiones tenía un precio. Perdí seguridad, perdí comodidad y lo que es más importante, perdí nivel de vida, porque comencé a vivir de lo que yo producía y eso significó ir hacia atrás con respecto a las condiciones en las que vivía en casa de mis padres.
La conclusión a la que pretendo llegar es que mientras que todos los factores parecen confluir en retrasar la edad de maduración de nuestros adolescentes y jóvenes, la política pretende hacernos ver que aquellos que no han sido capaces de tomar su primera decisión, hacerse cargo de sus vidas, que no son capaces de romper el cordón umbilical con sus familias, son maduros para tomar otras muchas decisiones trascendentales para su vida.
Y ¿por qué alguien quiere hacerme ver que mi hijo de 16 años no es lo que yo observo todos los días?. Mi chico es republicano pero no tiene ni idea de lo que eso significa, es revolucionario pero viste vaqueros de 100 euros y lleva un teléfono de 500 euros, tiene tiempo para ir a cualquier juerga pero no para visitar a su abuela en la residencia, es anticapitalista pero quiere un coche y una moto, está en contra de la explotación laboral y la combate jugando a la play, está en contra de la explotación laboral y por eso prefiere vivir en casa hasta que encuentre algo a su medida y mientras esto ocurre deja su habitación desordenada, esperando que lleguen esas máquinas perfectas, de última generación, los papás, que todo lo arreglan y recogen. Y si este es mi chico, reflejo de la mayoría de los de su edad, y reflejo de su edad, ¿por qué tengo que ver otra cosa?, ¿qué interés tienen algunos en que yo cambie de opinión?.
Creo sinceramente que el reconocimiento de más y más capacidades a nuestros hijos de 16 años solamente tiene un objetivo: ir mentalizándonos para solicitar la legalización del voto a esa edad. ¿Si son capaces de decidir esto y lo otro, tal y como les otorga la legislación, cómo no van a ser capaces de votar?. Y todo esto no es porque exista un clamor popular, ni siquiera porque se considere un beneficio para la sociedad, no, simplemente porque algunos consideran que tendrían así un “caladero de votos” muy importante y a una edad en la que son tremendamente manipulables. Parece que ante el descontento de los “votantes maduros” busquemos el voto de los “adolescentes inmaduros” para poder continuar igual.
La verdad es que somos hiperprotectores con nuestros hijos, pero se nos olvida protegerlos de estos que son su enemigo más peligroso, los que quieren robarles su adolescencia para convertirlos irrealmente en mayores con derecho a voto.
JORGE GÓMEZ PENA
CEO de HSI Consulting