Hace unos días , a raíz de la publicación de los resultados de las elecciones generales en Portugal, comenté, a través de twitter, mis dudas al respecto de si un sufragio en el que se abstiene un 60,7 % de la población es verdaderamente representativo del sentir popular y, por tanto, debería ser anulado. Mi reflexión iba también en el sentido de analizar por qué se producen estos altos porcentajes de abstención.
Está claro que la abstención en si no tiene un solo motivo, y en el caso de Portugal, o de las elecciones que se celebran en tiempo de pandemia, uno de los motivos es el miedo de la población. Pero mas allá de razones obvias como la anterior, parece que una parte de la población esté utilizando la abstención, el no ejercer su derecho al voto, como un elemento de protesta ante la situación de descontento general con la clase política.
Todo lo anterior, y a petición de algunas personas, me llevan a publicar este artículo con reflexiones al respecto y con explicaciones sobre nuestro sistema electoral. El artículo lo acompañaré de un tutorial realizado por el Congreso de los Diputados en el año 2015 en el que se detalla la aplicación de la Ley D´Hont, base del cálculo de los diputados que corresponden a cada partido.
Creo sinceramente que es importante conocer algunos aspectos de nuestro sistema electoral para contar con más información a la hora de emitir nuestro voto, acto importantísimo porque con el elegimos a los que nos representarán durante los cuatro años siguientes, es decir, les autorizamos a que nos dirijan.
Un primer dato importante es el conocer que nuestro sistema electoral es de “listas cerradas”, es decir, el ciudadano elige el partido al que quiere votar y el partido es el que elige quienes conforman sus listas y en que orden. En otros países el sistema es el de “listas abiertas” y los votantes tienen que marcar el partido al que quieren votar y los candidatos a los que votan.
Una crítica general que recibe nuestro sistema electoral es la de que beneficia a los grandes partidos y no busca la proporcionalidad, sino que intenta facilitar la gobernabilidad a los partidos más poderosos. En los países de la esfera anglosajona, y en algunos de Asia y África el sistema es el de “mayoría relativa”. En esos países el ganador de las elecciones es el que más votos obtiene y el reparto de escaños es proporcional al número de votos recibidos. En estos países se suelen formar dos grandes partidos y las formaciones minoritarias no tienen representación. Un problema es que un candidato puede ganar con muy pocos votos de diferencia. En los países de la órbita francesa se utiliza el sistema de “doble ronda”. Se llevan a cabo dos votaciones, separadas por una o dos semanas. La primera vuelta sirve para seleccionar a los partidos que obtendrán la suficiente representación para pasar a la segunda donde se produce la elección del presidente.
Analicemos ahora la diferencia entre voto nulo, voto en blanco y abstención y su incidencia en los resultados electorales.
Voto Nulo
Es el voto que no se corresponde con lo estipulado por la ley. Este voto se contabiliza como “no emitido” y por tanto no tiene incidencia sobre los resultados electorales.
Voto en Blanco
El voto en blanco es el que se introduce en la urna sin ninguna papeleta. Este voto si tiene incidencia en los resultados ya que se contabiliza y aumenta el número de votos totales emitidos. Como el sistema electoral establece que es necesario al menos un 3 % de los votos en una circunscripción para obtener representación parlamentaria, el número de votos en blanco hacen que el número total de votos se incremente y, por lo tanto, también lo haga la cantidad de votos necesarios para llegar al 3 %. Por ello este voto perjudica a los partidos minoritarios.
Abstención
La abstención es el acto de no emitir el voto. Este acto ni beneficia ni perjudica a nadie puesto que son votos que no se emiten. Suele apuntar en algunos casos al descontento con la clase política, con el sistema electoral o con todo.
Podríamos considerar que existen dos tipos de abstención:
• La pasiva o sociológica, relacionada con la propia falta de interés en la política en general o en la elección que se está produciendo, o que está provocada por el aislamiento geográfico o social del votante.
• La activa o ideológica, considerada como un acto político de rechazo a la legitimidad del sistema político general.
Votar es un derecho pero no un deber, por eso el ciudadano puede decidir, por las cuestiones que considere, acertadas o no, no ejercer su derecho al voto. Esta decisión, que como vemos no afecta al resultado, si debería afectar a la percepción de los políticos, al entendimiento de que algunos ciudadanos están transmitiéndoles un mensaje claro: “Estoy harto y no me siento representado”. En definitiva, una abstención elevada es una pérdida de legitimidad de los gobernantes y del sistema político en general.
Algunos ciudadanos deseosos de que se produzca algún cambio están convencidos, aun estando bien informados, de que no merece la pena ejercer el derecho al voto porque el sistema está perfectamente diseñado para beneficiar los poderosos y un voto no tiene influencia alguna. Muchos jóvenes buscan otros modelos de participación social o política y esa es su forma de rechazo al sistema actual. Otros muchos jóvenes tienen una desconexión total y absoluta con la política.
Lo que parece razonable pensar es que si la conexión con el sistema, con las instituciones, se pierde, participar en las votaciones carece de todo sentido ya que a las urnas solo nos acercamos a elegir un partido y no es un acto en el que podamos mostrar nuestra disconformidad total con el sistema.
Pero más allá de reflexiones sobre los motivos por los que los ciudadanos deciden abstenerse, está el hecho de que una abstención muy elevada desvirtúa el motivo por el que se realizan los comicios. El objetivo de todo el sistema es legitimar a los gobernantes en las urnas pero si la mayoría de la población no ejerce su derecho qué tipo de legitimación obtienen.
El Presidente de Portugal ha vencido con un 61% de los votos pero con una abstención del 60,7%. Hagamos un cálculo ficticio en un país con 1.500.000 habitantes de los cuales 1.000.000 tienen derecho al voto. Extrapolando los resultados de Portugal, habrían ejercido el derecho al voto 393.000 personas y de esas 239.730 habrían votado al presidente que resulta elegido, ósea, 239.000 personas deciden el futuro de 1.500.000 porque el resto no tienen una forma de bloquear el sistema aunque sean mayoría.
Creo que debería exigirse un porcentaje mínimo de voto para que unas elecciones se considerasen representativas y que este porcentaje no debería ser nunca inferior al 60 %. Del mismo modo debería pensarse en un sistema que permitiera de algún modo que las personas que se abstienen como forma de mostrar su descontento pudiesen hacerlo de alguna otra forma. El sistema debe favorecer a la mayoría y en este caso la mayoría no ha ejercido el derecho al voto. Una formula que podría valorarse sería la de que unas elecciones en las que la abstención superase el 50 % tuviesen como resultado la retirada inmediata de todos los candidatos.
No ira a votar creo que es un error porque si lo que estamos es descontentos con los personajes que dirigen las riendas del sistema lo que debemos hacer es utilizar todos los medios que tengamos a nuestro alcance para que lo noten. No participar es algo que les conviene puesto que, si los inconformistas se apartan del sistema solamente tienen que convencer a los que ya tienen convencidos.
Es una obligación del sistema y de los representantes políticos buscar modos de canalización del descontento porque cuando no se buscan salidas y el descontento es generalizado lo normal es que derive en una explosión social más o menos violenta.
Jorge Gómez