El coronel Pinilla, militar del bando franquista al mando del cuartel de Simancas durante la Guerra Civil, lanzó el siguiente mensaje al comandante del buque Almirante Cervera: “Disparad sobre nosotros que el enemigo está dentro”. El coronel, ante la imposibilidad de parar el avance de las tropas enemigas del Frente Popular, y con el enemigo que ya había penetrado en sus instalaciones, enviaba este último mensaje que no fue atendido por el comandante del buque, al pensar este que era una maniobra de engaño de las tropas republicanas.
Esto que es un hecho histórico, no político, histórico, resume a la perfección, metafóricamente, algunas de las situaciones que se viven hoy en día, 85 años después, donde a veces uno piensa que aquella dramática guerra entre hermanos no sirvió para aprender nada. Dice una famosa cita que todos conocerán “El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Esta es una de esas sentencias que encierra una gran sabiduría popular, sabiduría que en los tiempos presentes parece estar ausente o aletargada.
Aquella guerra, que como todas las guerras solamente puede ser calificada como un desastre, enfrentó a españoles con españoles, a hermanos con hermanos y dejó un reguero de muertos y mutilados, además de un desastre económico absoluto, teniendo que pasar nuestros abuelos y padres grandes sacrificios, sufrimientos y hambre para volver a levantar este país. Y aquello, por salud mental y por muchos otros motivos, debería enterrarse, que no olvidarse, para así poder continuar nuestro camino.
Esto es lo que le pedimos a las víctimas del terrorismo cuando ven a Otegui en el Congreso ¿no?. Pues parece que no, porque existen grupos o movimientos dedicados a recordarnos interesadamente aquellos episodios, a rememorar aquel lenguaje y a manejar interesadamente la información para volver a despertar sensaciones ya desaparecidas.
En una entrevista de Onda Cero de Carlos Alsina a Alfonso Guerra, éste último afirmó: “El mayor logro que creíamos haber conseguido en la Transición Española era acabar con las dos Españas pero, lamentablemente, estos las han resucitado”. Pues parece que vamos a tener que darle la razón a Alfonso Guerra porque así es, y lo peor es que la resucitan no como enseñanza de lo que nunca debería volver a ocurrir, sino como arma arrojadiza para generar odio y crispación.
En la actualidad podemos observar que los malos dan consejos a los buenos, los que incumplen las normas parecen tener más derechos que los que las cumplen, los que alborotan y tiran piedras son demócratas y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que las reciben son fascistas opresores, los que disparaban tiros en la nuca dan lecciones de democracia y respeto y los familiares de las víctimas que los recibían deben estar calladitos por normalidad democrática, los que agreden verbalmente acusan de anti demócratas a los que no lo hacen, los que tienen una ideología atacan al contrario no como adversario sino como enemigo. Bueno podría seguir con el sinfín de disparates que uno escucha a diario y que no tienen límite.
En mi opinión de experto en inteligencia, pero sobre todo de una persona que se asombra todos los días de todo lo que le queda por aprender, vivimos tiempos convulsos, con una pandemia que ha alterado el mundo que nos rodea, que ha agravado las situaciones ya existentes y que poco a poco va alterando los ánimos de muchas personas que están sufriendo mucho. Esto, sin duda, nos aboca a una situación muy compleja, a un futuro incierto y es lógico que la conflictividad social crezca a medida que crezcan los afectados.
El problema es que lo que estamos viviendo nada tiene que ver con la conflictividad social, los que queman contenedores nada tienen que ver con huelguistas a los que han cerrado sus empresas, o con trabajadores que no han cobrado sus “ertes”. Lo que verdaderamente ocurre es que se está produciendo una degradación de los valores y una pugna por derribar todo lo construido por algunos movimientos interesados en ello. Estos movimientos son especialistas en “azuzar” a grupúsculos violentos, ósea, en la actitud cobarde de ocultarse detrás de los que les siguen como “pollos sin cabeza”, sobre todo sin cabeza. Dentro de estos movimientos se fomenta la falta de respeto a todo lo anterior, el ataque a lo antiguo, aportando un valor supremo a lo moderno, a lo joven y a personajes de los que no se conoce hazaña o aportación alguna.
El problema es complejo y no comenzó ayer y es fruto de una constante intencionalidad, por parte de algunos, para convertir el campo fértil y la convivencia segura en un erial de inestabilidad e inseguridad. Para ello, para alcanzar su objetivo, en mi opinión ahora sí de experto en inteligencia, es necesario controlar y adulterar determinados cimientos de las sociedades democráticas: la enseñanza, el poder judicial, los medios de comunicación y la libertad de expresión. Curiosamente, controlando el relato, el mensaje que nos llega a todos nosotros, algunos personajes que hablan de la guerra como sufridores nos sitúan cada día más cerca de ella.
En primer lugar, hablemos de la enseñanza. Desde hace muchos años una actividad que deberíamos considerar fundamental para el desarrollo de nuestra sociedad se encuentra politizada en todos sus extremos, desde la dirección hasta los métodos y contenidos. Hemos permitido que el sistema de enseñanza coloque a los maestros y profesores en una situación de impotencia absoluta y hemos permitido que se desarrollen normativas que les atan de pies y manos, les dejan sin autoridad alguna y les someten a los criterios arbitrarios del político de turno.
Prueba de todo ello, además del clima que se vive en las aulas, de las agresiones y otras cuestiones, es que los contenidos se eligen por parte de los mandatarios de turno. Por esto tenemos que aceptar que “Santa Teresa es evidente que era catalana”, “En Canarias no se estudian los ríos porque aquí no tenemos”, “Si te sientas en una silla o atraviesas una pasarela estas mancillando a la mujer”, “El ciudadano Rodríguez de Vivar era un fascista que expulsó al amable ciudadano árabe de nuestro territorio”, “Colón fue un vulgar asesino y masacrador que asoló América” o “Las gallinas son violadas constantemente por los gallos porque es un acto no consentido”.
Cuando los contenidos de las materias prestan más atención a los intereses políticos del de turno y se abarrotan de estupideces y no de los conocimientos necesarios para su formación ¿cómo pensamos que se conformarán sus cerebros?. Nuestros jóvenes están desorientados y mal formados, ven un futuro muy negro y no saben cuáles serán sus salidas, y con esto me refiero a los jóvenes que se preocupan por formarse y buscar un futuro. ¿Qué ocurre con los que no están muy preocupados por su formación ni por su futuro?. Pues estos se sitúan en el bando de la negación, del estoy en contra de todo y son fruto de la intoxicación de una planta descubierta hace muy poco denominada “descerebrina”, que cuando te alcanza te convierte en un mamarracho integral dispuesto a destruir todo lo que sea necesario, robar y saquear a los miserables capitalistas dueños de tiendas o quemar los vehículos de los opulentos ciudadanos.
Cuando un país pierde el respeto a sus formadores, mal vamos, cuando un país fomenta la cultura del poco esfuerzo, mal vamos, cuando el talento se “poda” para que crezcan las “malas hiervas”, mal vamos, cuando se permite el desorden, mal vamos, cuando se alientan estos movimientos desde instancias y por personas que no deben hacerlo, mal vamos.
Y mal vamos parece nuestro destino, el destino que parece que nos va a llevar al desastre y por ello es especialmente urgente que tomemos conciencia y cambiemos de rumbo. Es indispensable que se fomente la cultura y el esfuerzo, que nuestros maestros sean piezas esenciales en el desarrollo de nuestros hijos, que vuelvan a tener la autoridad que se merecen. Debemos pensar que su objetivo, su única ilusión es recibir chavales sin formar para, después de unos años, soltar a volar a estos mismos chavales ya formados al mundo real. Ellos luchan contra aquellos que quieren jóvenes manipulables y desinformados y nosotros deberíamos ayudarles en esta labor.
La educación y la cultura son las columnas que sustentan el resto de la sociedad. Nuestros chicos tienen que aprender a respetar, aprender el valor del compañerismo, de la solidaridad, de trabajo y el esfuerzo, de alcanzar las metas con sus méritos. Los formadores realizan una labor como de segundos padres y no quieren una “educación del absurdo” y nosotros tenemos la obligación de ayudarles, porque se trata de nuestros hijos, del futuro de nuestro país.
En cuanto al Poder Judicial es elemental que su independencia exista, es el contrapunto al abuso de poder y el que establece unas normas, denominadas leyes, que deben ser las mismas para todos. Es uno de los tres poderes fundamentales para que exista un sistema democrático y el mínimo atisbo de su no imparcialidad genera un sentimiento de rechazo y desánimo en la población. El ataque por parte de estos grupos interesados es constante, el rechazo a determinadas sentencias palpable y su falta de respeto a la separación de poderes diaria. Los últimos intentos de “intervención” han provocado una “llamada al orden” por parte de la Unión Europea, acto vergonzoso pero que ha pasado sin pena ni gloria, como todo pasa últimamente.
En cuanto a la libertad de prensa es evidente la intención de controlarla para así eliminarla. Desde instancias oficiales, utilizando escenarios oficiales y ostentando cargos oficiales, se han realizado ataques directos y se ha marcado a profesionales con nombres y apellidos. Algunos interesados en este control y eliminación de las personas “incómodas” lo hacen desde sus puestos con todo el descaro y sin ruborizarse. Aunque también es verdad que para controlar a muchos periodistas no hace falta hacer mucho esfuerzo porque ellos mismos colaboran al convertirse en meros voceros de sus amos, los que ponen el dinero.
Otro problema son las nuevas tecnologías de la comunicación, en especial las redes sociales, que no son malas en sí, ni mucho menos, malo es el uso que se hace de las mismas. Nosotros los padres, a veces por comodidad y otras por desconocimiento, dejamos que un porcentaje elevado de la formación de nuestros hijos la adquieran en estas plataformas, donde se “auto educan”, recibiendo influencias negativas de grupos interesados en manipularles o convertirles en una fuente de negocio. Todo ello produce que se formen ideas equivocadas que no tienen respuesta alguna en contra y que se refuerzan por el pensamiento único de sus grupos. Se convierten en marionetas vulnerables, sin que siquiera se den cuenta de ello. Y los más vulnerables, los que menos capacidad de razonamiento tienen, los más influenciables, son los objetivos a reclutar para el ejército de energúmenos que participará en cualquier algarada, adoquín y mechero en mano.
Pero que no nos engañen, la mayoría de nuestros jóvenes están intentando formarse y prepararse a pesar de estos, están en sus casas cumpliendo las normas y respetando la situación que vivimos, y son responsables, lo responsable que uno puede ser a determinada edad, lo mismo de responsables que fuimos nosotros, pero en otra época.
Por tanto, lo que hoy vemos en las calles y que nos asombra a todos son un ejército de “pobres diablos” manejados por intereses ocultos de unos grupos que buscan la crispación y el desorden como elemento para destruir el sistema actual. Lo lamentable es que 85 años después, tal y como le ocurrió al coronel Pinilla, nosotros también vamos a tener que llamar para que disparen sobre nosotros porque el enemigo está dentro.
Recuerden lo que un día dijimos que “lo importante no es por qué las hormigas se matan unas a otras, lo importante es quién ha agitado el bote”.
CEO en High Strategies Intelligence Consulting