Nadie en el mundo ha entendido mejor qué significa Globalización y para qué es interesante. Este término engloba la internacionalización del capital financiero, industrial y comercial, nuevas relaciones políticas internacionales y procesos productivos, distributivos y de consumo deslocalizados. Todos estos factores favorecían el desarrollo del plan chino, el “plan del todo a cien”, el plan que han diseñado con paciencia asiática y con un conocimiento de su enemigo, nosotros, muy alto. Desde el principio sabían que si existe un elemento que nos divide y socava nuestra fortaleza es el egoísmo y es ahí donde han trabajado a la perfección.
En el año 1978, los reformistas dentro del PCCh, encabezados por Deng Xiaoping iniciaron un programa de reformas económicas. El objetivo de todo ese programa de reformas era cambiar la economía de China para convertirla en una economía de mercado competitiva. Pero lo verdaderamente importante, aquello a lo que parece que no se prestó mucha atención o peor, se infravaloró, fue el poder del gigante chino. En aquellos tiempos era frecuente escuchar “no saben más que copiar”.
Hasta la reforma del 2008 asistimos a un ascenso “pacífico y silencioso”, procuraban no molestar a nadie, necesitaban un escenario internacional estable para disponer de tiempo para la ejecución de su plan de desarrollo y modernización. Pero desde la llegada de Xi Jinping cambio el rumbo, el poder del monstruo se transforma y su política exterior ya busca, inicialmente, el objetivo de equilibrar fuerzas con los EEUU para después superarles tanto tecnológica como económicamente. Militarmente parece que no está todavía a la altura, pero debería infundirnos respeto la alianza más que visible con Rusia e Irán que aporta a ese bloque un poder militar equivalente al que puede poseer la OTAN.
Económicamente China ha reorientado la economía hacia el consumo y los servicios y ha llevado a cabo un esfuerzo muy importante dirigido hacia la innovación y la alta tecnología. Esto ha producido la necesidad de abastecer su consumo interno creciente, miles de millones de ciudadanos lanzados al consumismo, y por tanto la búsqueda de recursos en el exterior. Al mismo tiempo también se ha producido una búsqueda de mercados para dar salida a su capacidad industrial y financiera y esto ha significado que se han lanzado a la conquista de nuevos mercados en todo el globo. Allí donde viaje uno se encuentra con negocios y empresas chinas.
Esto ya ha provocado que en el año 2013 China lanzase su gran proyecto conocido en castellano como la Nueva Ruta de la Seda. Este proyecto consiste en el establecimiento de dos rutas combinadas, una de infraestructuras terrestres y otra marítima, que mejorarían las conexiones chinas tanto en el continente asiático como hacia el exterior, dando a China más influencia económica y política a nivel mundial. La inversión de China en el exterior ha apuntado a múltiples objetivos, pero se ha visto claramente su tendencia a invadir literalmente el continente africano y gran parte de los países hispanoamericanos.
La realidad es que la decisión estratégica tomada por China de abrirse al exterior, pero con control estatal muy férreo, con una mano de obra abundante y barata, les ha permitido atraer inversión extranjera y tecnologías y copiar prácticas empresariales modernas.
La China del “todo a cien”, con sus bajísimos precios de producción, debido a una mano de obra abundante y barata, convencieron al mundo de que el futuro estaba en producir en Asia. Hipnotizados por las bondades, y sobre todo por las ganancias, una tras otras las grandes compañías y medianas empresas de todos los países comenzaron a establecerse en la zona. Ahora el trabajo era más fácil, ya no tenían que viajar para copiar nada, lo tenían en su territorio.
¿Y qué hicieron los EEUU ante el avance chino?. Pues muy poco o nada, más allá de caer también la tentación de los bajos costes y establecer allí muchas de sus empresas. ¿Y qué hicimos los países de la UE ante este avance chino?. Pues básicamente nada, obedecer las premisas de la política exterior norteamericana y dar una imagen de poca entidad a la hora de establecer criterios propios. La actual crisis provocada por la pandemia ha dado suficientes muestras de la “endeble política de la UE” e incluso de algunas acciones cercanas al ridículo como ha sido la gestión de la compra de vacunas para su población donde las farmacéuticas privadas han doblegado a la institución. ¿Si nos doblega Pfizer qué no podría hacer China con nosotros?.
Nadie, absolutamente nadie, valoró el riesgo que se estaba corriendo al poner en unas solas manos casi toda la manufactura del planeta, nadie lo valoró porque nos conocen bien y nos atacaron allí donde somos más vulnerables, en nuestro egoísmo, poniéndonos las cosas fáciles y baratas. Nadie antepuso los intereses nacionales, ni pensó que estábamos poniendo nuestro potencial en territorio enemigo, actuamos como verdaderos ilusos cegados por el beneficio y ahora estamos pensando cómo resolverlo, cuando ya es demasiado tarde. Parece el guion de una película que podríamos titular “Entre todos la mataron y ella sola se murió”.
Y de repente llegó la pandemia, que nos ha puesto delante de un espejo y la imagen que vemos no nos gusta. Observamos la incapacidad de los gobiernos para gestionar esta situación de crisis sanitaria global. Y también podemos observar que los gobiernos asiáticos, con un control sobre la población mucho más grande y un concepto de sociedad diferente, con un mayor respeto a lo común, pueden adoptar medidas más restrictivas que gobiernos, como el nuestro, que tiene que dirigirse a una sociedad donde los derechos y libertades individuales se han posicionado por encima de los de la sociedad, además de un sistema político complejo, con cierta tendencia a crear reinos de taifas donde todos establecen un rumbo, en muchas ocasiones diferente. La cuestión que estoy valorando no es si un sistema es mejor que el otro, que no tengo duda al respecto, pero sí que su sistema les ha permitido manejar la situación de crisis mucho más rápidamente.
Pero lo peor, aunque ya deberíamos saberlo, es que todo se producía en China y de repente nos topamos sin suministros, todos negociando por nuestra cuenta, con una economía globalizada, pero con una cultura y forma de actuar particular de cada país. El beneficiado absoluto, nuevamente, el gigante chino que, siendo ya el mayor poseedor de cash del planeta, ha incrementado estas cifras a costa de nuestra necesidad. De repente nos hemos dado cuenta de que no éramos sus clientes, sino que éramos sus rehenes, y que la industria que habíamos deslocalizado ahora la necesitábamos y no la teníamos. Habíamos caído en su trampa y ahora nos dábamos cuenta. Un verdadero drama que no tiene una solución fácil porque deslocalizar fue fácil, pero volver a establecer las empresas en territorio de cada país es más complicado, porque significaría un incremento de precio de los productos inasumible.
Pero lo peor es pensar que lo mismo que ha ocurrido con los productos sanitarios ocurre con muchos otros productos, es decir, las cadenas de producción del mundo global pasan por China de un modo u otro y esto nos convierte en tremendamente vulnerables. Nos hemos dado cuenta de nuestra fragilidad. Lo peor es que todavía el efecto real no se ha sentido puesto que ahora se está priorizando e intentando resolver el problema sanitario y después vendrán el económico y social. Pero el resultado ya visible es que la economía China creció en el último trimestre del 2020 y todas las demás del mundo han sufrido caídas impresionantes y con efectos todavía por ver.
No creo que durante todo este proceso no existiesen informaciones de inteligencia que advirtiesen de los objetivos de China, ni que no se determinasen condiciones de seguridad a establecer para paliar este avance, lo que sí creo es que nuevamente han primado criterios solamente políticos o de intereses particulares y ahora nos encontramos en la situación actual en la que es difícil parar a China y sus aliados y en la que probablemente se tengan que tomar decisiones que pongan en riesgo la seguridad mundial. La falta de inteligencia y seguridad vuelven a marcar lo cerca que estamos del fracaso.
Cada vez que los profesionales avisan y los mandatarios hacen caso omiso de las advertencias se generan problemas de tal gravedad que ponen en riesgo la seguridad de todos nosotros. Creo que ya es hora de que se exija a nuestros gobernantes que, en situaciones de emergencia, abandonen los postulados políticos para abrazar los científico técnicos o nuestro destino dejaremos de marcarlo nosotros.