Desde el comienzo de nuestro confinamiento me persigue una pregunta allí donde voy, animándome a que encuentre una respuesta adecuada, o por lo menos que intente razonar unos motivos lógicos para explicar por qué aquí se muere más que en cualquier lugar del mundo por efecto de esta pandemia.
¿Quién nos dirige?, ¿Estábamos preparados?, ¿El relato?, ¿Somos solidarios o egoístas?.
Decidí encontrar una respuesta haciéndome otras preguntas, como buen gallego, y decidí ordenarlas para que la secuencia fuese lógica. Las preguntas que me he hecho son: ¿quién nos dirige?, ¿estábamos preparados?, ¿el relato?, ¿somos solidarios o egoístas?.
Pues comencemos con la primera que es ¿quién nos dirige?. El director de esta crisis, el encargado de llevarnos a un buen puerto, es Salvador Illa, Ministro de Sanidad. Su vocero ante los medios es Fernando Simón. Illa es un catalán que estudió Filosofía y que ocupa cargos políticos desde los 24 años. En su historial no consta un solo puesto relacionado con la Sanidad y parece que su nombramiento se debe a un pago político al Sr. Iceta.
Illa ha participado en negociaciones para facilitar el “acercamiento catalán” y por ese motivo recibió como premio un ministerio. Creo que decidieron que el de sanidad sería un buen refugio porque las competencias están transferidas a las CC.AA y es un “cascarón vacío de contenido”. Era el merecido descanso del guerrero pero tuvo la mala suerte de que apareció el COVID-19 y le colocó en la palestra ante todos nosotros.
Su vocero, su relator, el Sr. Simón, tengo la impresión de que es un buen profesional, o al menos así lo demostró en la crisis del ébola. Este profesional de la medicina, que reconozco que me parece buen tipo, está actuando en esta crisis bajo el dictado de los políticos y su castigo, evitable dimitiendo, es hacer el ridículo, que no es poco con la audiencia que tiene.
Si repasamos nuestro entorno europeo podemos observar que la Ministra de Salud de Portugal, con una gestión excelente de la pandemia, es una profesional que lleva toda la vida ligada al mundo de la sanidad. El alemán, aunque también ocupa puestos políticos desde los 24 años, ha estado relacionado con el mundo de la sanidad en su trayectoria y participó en la elaboración de la reforma de la sanidad alemana. ¿Y el italiano?. Otro como el nuestro.
La cuestión es que el otro día discutía con un amigo político y me decía que un ministro no tenía porque saber de la materia de su ministerio, que para eso están los técnicos y funcionarios. Me hizo mucha gracia. ¿Se imaginan ustedes que Amancio Ortega presidiera su imperio textil sin tener ni idea de tejidos?.
La segunda cuestión es ¿si estábamos preparados?. Evidentemente que no. Una crisis de esta naturaleza pone patas arriba todo y nunca se está lo suficientemente preparado. Pero lo que no se puede negar por parte de nuestros gobernantes es que existían suficientes indicios para comenzar a actuar rápidamente. En vez de ello, se antepuso a la responsabilidad el mantener contentas a las diferentes corrientes de su “barco pirata” y autorizaron manifestaciones, cerraron tarde los centros de enseñanza y se reunieron con los catalanes.
Una vez más anteponían los intereses políticos a los criterios científico-técnicos y mientras tocábamos el bombo en la Puerta del Sol, para defender la igualdad, nos olvidábamos de comprar mascarillas, test y respiradores. Pero no se preocupen que el COVID-19 nos trata a todos por igual, a los trabajadores y trabajadoras, empleados y empleadas y políticos y políticas.
La segunda parte de la cuestión es aún más esperpéntica. Mas allá de ruborizarse los que no tomaron medidas y pedir perdón al pueblo, siguieron con su “guerrita política”, hablándonos de rojos y azules, de progres y fascistas, de demócratas premium y normales. Y al mismo tiempo que ellos mantenían sus necedades intentábamos comprar material y no había, o comprábamos y nos engañaban o comprábamos y no llegaba. Un perfecto desatino.
La tercera cuestión es el relato. Dice Enric Pol, psicólogo social, que los ciudadanos actúan en situaciones de crisis en función de la lectura que se hace de la construcción social de la situación, o sea el relato. Y este relato, simplificando mucho la cuestión, nos llega a los ciudadanos por dos vías principales: los medios de comunicación y las redes sociales. Los medios de comunicación alcanzan a la población de más edad y los jóvenes se socializan a través de las redes sociales.
Las autoridades del Estado y de otros organismos autonómicos o locales, han lanzado mensajes confusos, contradictorios y en ocasiones ininteligibles y esto ayuda, sin duda alguna, a la construcción de relatos interesados que no se ajustan a la verdad. Cada discurso de Sánchez se ha convertido en un relato tedioso, al modo y manera de Fidel Castro, que parece no tener otro objetivo que adormecer y aturdir a su público.
Los jóvenes mientras tanto se socializan en las redes, donde consumen contenidos sin siquiera valorar su significado. Pero no debemos olvidar que ellos viven en una sociedad diseñada por nosotros, en la que se han socavado los pilares de la familia y la escuela, antes transmisores de los valores, para no sustituirlos por nada. Por tanto no debemos criticarles sino construir un relato comprensible para ellos, que les recuerde que no deben asumir riesgos a nivel individual porque tienen el deber moral de no poner en riesgo a los demás.
Vayamos con la última cuestión, ¿somos solidarios o egoístas?. Yo comparto el punto de vista de algunos autores que afirman que los humanos somos cooperativos sociales. Pero qué ocurre cuándo analizamos el mismo asunto desde el punto de vista económico. Pues ocurre que el ser humano es egoísta e irracional y busca solamente satisfacer sus deseos y necesidades. Pero no debemos quejarnos porque con deseos y necesidades se ha estructurado el sistema económico del mal llamado Primer Mundo.
La cuestión es que si desde las altas instancias los mensajes y medidas que se adoptan se anuncian con rotundidad, para media hora después corregirlos, se provoca desconcierto, falta de credibilidad y desconfianza. Y cuando no te fías de los que te dirigen decides adoptar patrones de conducta que pueden ser contraproducentes. Aquí, por supuesto, también entra en juego nuestra propia mentalidad española. Somos los más listos de la clase, especialistas en la culpabilidad ajena y en la picaresca. No es casualidad que el “Lazarillo de Tormes” y “El Quijote” sean dos de nuestras joyas literarias. Reflejan perfectamente al bribón (Lazarillo), al dirigente incapaz y fuera de la realidad (Quijote) y al sufrido pueblo (Sancho Panza).
Contestadas todas las cuestiones me quedo más tranquilo. Creo que en todas está la respuesta. Somos un pueblo bravo, en nuestro histórico recorrido se amontonan figuras como Viriato, Hernán Cortés, Agustina de Aragón y muchos otros. Somos así, capaces de lo mejor y lo peor, es nuestra raza y el líder de la misma tiene que estar a la altura de tanta historia. La respuesta es que ustedes, los del estrado y discursito, están preparados para dirigir una barca y esto es un portaaviones que les viene muy grande.
CEO en High Strategies Intelligence Consulting